Actuar con confianza, con la
certeza de que tenemos capacidad para enfrentar la adversidad no es una utopía
sino una opción para enfrentar las situaciones difíciles que nos sacuden. Esa
actitud que nos abre a la confianza se llama esperanza. Ella es el optimismo
que nos libera del desaliento cuando llega la tristeza a nuestro corazón y nos
empuja a buscar soluciones para asumir posiciones y tomar las decisiones que
sean necesarias.
Es precisamente en este tiempo, que como pueblo estamos
viviendo, que necesitamos despertar a la esperanza. Cobrar conciencia de que no
podemos seguir apoyando el pensamiento paternalista de que otras personas
asumirán y proveerán lo que cada uno debe asumir y proveerse en primera
persona. Es tiempo de atreverse a tomar las riendas de la propia vida con valor
y lanzarse a la posibilidad de descubrir horizontes allí donde no se había
pensado.
En ocasiones experimentamos
que delante de todos los acontecimientos no tenemos las herramientas para trabajarlos
ni mucho menos resolver las situaciones difíciles que a nivel personal,
económico o familiar nos están afectando. Postergamos decisiones, no
reaccionamos a tiempo y los problemas se vuelven gigantes como una bola de
nieve que se avalanza de improviso contra nosotros convirtiendo el golpe en situación
crítica que requiere soluciones más dramáticas.
Es el tiempo propicio para actuar dominados por la
esperanza, pero una esperanza activa, que busca alternativas, que no se
paraliza, que no se rinde ante las pruebas. Lo que es fácil no nos mueve a la
esperanza porque de antemano sabemos que es factible y posible. Lo difícil nos
abre a reconocer nuestra propia fragilidad, pero también a la espectativa de la
perseverancia. Lo difícil se valora más porque es fruto del sudor y del esfuerzo,
porque nos deja el sabor a triunfo cuando se cumple con los propósitos. Y si esos
propósitos también van en línea con la voluntad de Dios, he allí que
encontramos el sentido de nuestra existencia.
Somos
libres y responsables de las decisiones que tomamos. Incluso si decidimos no actuar
es ya esta una decisión libre y nos corresponde asumir las consecuencias de
nuestro no actuar. Pero también tenemos en nuestras manos las posibilidades de
vencernos, de dejar a tras de temores y darnos un voto de confianza frente a
las capacidades y dones que se nos han dado. A veces las soluciones están allí
en nuestra mente buscando el momento que puedan ser sacadas a fuera, analizadas
y puestas en acción. Necesitamos exteriorizarlas, pero para hacer este proceso
necesitamos de alguien que nos escuche y comprenda nuestra situación.
En los
procesos de consejería se da esta dinámica de escucha, de diálogo, de búsqueda juntos.
Para la mayoría de las personas el poder hablar de sus situaciones personales
en un ambiente privado se vuelve esa catarsis psicológicamente necesaria para
el alma. En el diálogo la persona descubre expectativas y posibles soluciones
que anteriormente no había contemplado. El primer paso es reconocer que
necesitamos de ayuda. No podemos sentarnos a esperar que las situaciones
empeoren. Muchas personas dependen de nosotros, las decisiones que tomamos hoy
marcan nuestras vidas. Tenemos un tesoro precioso en las manos, no somos
peregrinos ilusos que se dejan llevar por el viento de la adversidad. Nuestra
meta verdadera es ser felices y productivos, generar cambios que hagan la
diferencia. Si construimos sobre la esperanza miraremos el futuro con optimismo
y entenderemos que dentro de nosotros mismos hay un potencial que puede ser utilizado
para un bien. ¡Descúbrelo, aquí estamos para ayudarte!
Santa Sánchez Rivera, CPL
Servicios gratuitos de Consejería
individual, grupal y familiar.
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