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jueves, 4 de diciembre de 2014

La esperanza en tiempos de crisis.




          Actuar con confianza, con la certeza de que tenemos capacidad para enfrentar la adversidad no es una utopía sino una opción para enfrentar las situaciones difíciles que nos sacuden. Esa actitud que nos abre a la confianza se llama esperanza. Ella es el optimismo que nos libera del desaliento cuando llega la tristeza a nuestro corazón y nos empuja a buscar soluciones para asumir posiciones y tomar las decisiones que sean necesarias.
Es precisamente en este tiempo, que como pueblo estamos viviendo, que necesitamos despertar a la esperanza. Cobrar conciencia de que no podemos seguir apoyando el pensamiento paternalista de que otras personas asumirán y proveerán lo que cada uno debe asumir y proveerse en primera persona. Es tiempo de atreverse a tomar las riendas de la propia vida con valor y lanzarse a la posibilidad de descubrir horizontes allí donde no se había pensado.
          En ocasiones experimentamos que delante de todos los acontecimientos no tenemos las herramientas para trabajarlos ni mucho menos resolver las situaciones difíciles que a nivel personal, económico o familiar nos están afectando. Postergamos decisiones, no reaccionamos a tiempo y los problemas se vuelven gigantes como una bola de nieve que se avalanza de improviso contra nosotros convirtiendo el golpe en situación crítica que requiere soluciones más dramáticas.
Es el tiempo propicio para actuar dominados por la esperanza, pero una esperanza activa, que busca alternativas, que no se paraliza, que no se rinde ante las pruebas. Lo que es fácil no nos mueve a la esperanza porque de antemano sabemos que es factible y posible. Lo difícil nos abre a reconocer nuestra propia fragilidad, pero también a la espectativa de la perseverancia. Lo difícil se valora más porque es fruto del sudor y del esfuerzo, porque nos deja el sabor a triunfo cuando se cumple con los propósitos. Y si esos propósitos también van en línea con la voluntad de Dios, he allí que encontramos el sentido de nuestra existencia.
          Somos libres y responsables de las decisiones que tomamos. Incluso si decidimos no actuar es ya esta una decisión libre y nos corresponde asumir las consecuencias de nuestro no actuar. Pero también tenemos en nuestras manos las posibilidades de vencernos, de dejar a tras de temores y darnos un voto de confianza frente a las capacidades y dones que se nos han dado. A veces las soluciones están allí en nuestra mente buscando el momento que puedan ser sacadas a fuera, analizadas y puestas en acción. Necesitamos exteriorizarlas, pero para hacer este proceso necesitamos de alguien que nos escuche y comprenda nuestra situación.
          En los procesos de consejería se da esta dinámica de escucha, de diálogo, de búsqueda juntos. Para la mayoría de las personas el poder hablar de sus situaciones personales en un ambiente privado se vuelve esa catarsis psicológicamente necesaria para el alma. En el diálogo la persona descubre expectativas y posibles soluciones que anteriormente no había contemplado. El primer paso es reconocer que necesitamos de ayuda. No podemos sentarnos a esperar que las situaciones empeoren. Muchas personas dependen de nosotros, las decisiones que tomamos hoy marcan nuestras vidas. Tenemos un tesoro precioso en las manos, no somos peregrinos ilusos que se dejan llevar por el viento de la adversidad. Nuestra meta verdadera es ser felices y productivos, generar cambios que hagan la diferencia. Si construimos sobre la esperanza miraremos el futuro con optimismo y entenderemos que dentro de nosotros mismos hay un potencial que puede ser utilizado para un bien. ¡Descúbrelo, aquí estamos para ayudarte!

Santa Sánchez Rivera, CPL
Servicios gratuitos de Consejería individual, grupal y familiar.
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